Somos cuerpos, cuerpos diversos; altos y bajos, gordos y flacos, blancos, negros,… todos cuerpos hermosos. Somos cuerpos con distinto color de piel, de ojos y de cabello. Somos cuerpos con penes o con vulvas. Vivimos en cuerpos con prótesis, con diversidad funcional… en cuerpos «aceptados» y cuerpos “discriminados”, nunca en equivocados.

Todos nuestros cuerpos sean como sean merecen respeto. Esta afirmación parece incontestable, pero cada día podemos constatar cómo se vulnera ese derecho. Los cuerpos de las mujeres son objeto de maltrato, de agresión, de violencia. Pero si bien estas conductas son condenadas socialmente, al menos de manera formal, vemos como se acepta con complicidad que los medios de comunicación, y especialmente la publicidad, utilicen los cuerpos de las mujeres como meros objetos, como reclamo del consumo masculino.

La sociedad, de cada tiempo y de distintas zonas geográficas, impone su canon ideal de belleza, como podemos observar, a lo largo de la historia, en las obras de arte (pintura, escultura, cine,…). Poco tiene que ver los cuerpos orondos y curvilíneos de las pinturas de Rubens con la superestilización de los de las obras de Modigliani y en pocas ocasiones este canon coincide con los cuerpos reales.

En la actualidad, se bombardea a hombres y a mujeres, especialmente a estas últimas, con imágenes de cuerpos a los que debemos aspirar modelándolos por medio de los productos que el mercado ofrece, sean éstos cremas, lociones, perfumes, alimentos, vestimenta e incluso intervenciones quirúrgicas. Los cuerpos no normativos y/o con diversidad funcional son socialmente objetos de discriminación, invisibilización, o cualquier otro tipo de maltrato. Mención especial merece la gordofobia porque se hace responsable a la persona de la “anomalía” de su cuerpo y son objeto de insultos, bromas y burlas. La presión social para lograr el cuerpo perfecto es la causa de una gran parte de los trastornos alimenticios y de que las dietas se hayan convertido en una obsesión normativa.

Las mujeres de todas las edades y de todas las culturas no solo estamos sometidas a los dictados de los ideales de una belleza con frecuencia inalcanzable, sino que las normas y las convenciones sociales, las distintas religiones o quienes ejercen el poder nos imponen cómo y cuándo debemos vestirnos o desvestirnos, o cuándo y dónde debemos utilizar determinadas prendas. Se acepta que las empresas exijan a las mujeres utilizar en su lugar de trabajo tacones imposibles, prendas incómodas o inadecuadas, que no las protegen del frío, que les pueden causar lesiones o enfermedades y que las mujeres deben aceptar si no quieren correr el riesgo de ser despedidas. Son tan escasas las rebeliones hacia estas exigencias que llegan a aparecer en las portadas de los periódicos como el caso de la británica Nicola Thorp, despedida por negarse a llevar tacones en su puesto de trabajo, que ha iniciado una campaña de recogida de firmas para acabar con esta medida discriminatoria. También podemos mencionar los encendidos debates en torno al uso del velo islámico en los centros escolares o del burkini en las playas europeas provocados por la decisión de las autoridades de imponer un código de vestimenta determinado para las mujeres de otras culturas.

Llegar a aceptar nuestro cuerpo y los otros cuerpos, tal como son, reflexionar sobre las presiones e imposiciones sociales sobre nuestros cuerpos y buscar estrategias para enfrentarnos a ellas son objeto de aprendizaje. Para ello, en steilas hemos preparado para este 8 de marzo una unidad didáctica que tiene como título “viviendo nuestros cuerpos diversos” en la que proponemos trabajar la aceptación y el respeto de nuestros y de todos los cuerpos.

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