A propósito del acuerdo educativo

Heziberri ha fracasado. Ha fracasado porque el PNV ha puesto de manifiesto su incapacidad cuando debía jugar el partido definitivo. El PNV no ha encontrado suficientes aliados para de sacar adelante la Ley de Educación; ni en el Parlamento ni entre los agentes de educación. Y por si fuera poco, ha quedado claro que la segunda fase de Heziberri (la que ha impuesto la LOMCE) fue un decretazo aprobado sin ningún consenso.

El gobierno ha buscado un camino alternativo para llegar a la aprobación de la Ley. Para ello, ha formado cinco grupos de trabajo en torno a cinco temas relacionados con la educación, pero sin abordar de forma directa el anacronismo evidente de nuestro sistema educativo: una excesiva cantidad de escuelas privadas, sus multiples fuentes de financiación y los desequilibrios sociales que ello provoca. Por supuesto, los temas que se abordan también son importantes, pero el nudo de nuestro sistema educativo no va a desatarse si no hacemos frente a esta situación. Solo hay una razón para querer mantener las cosas tal como están: el PNV (y no solo el PNV) se encuentra cómodo en un sistema que fomenta la segregación. Tienen lo que quieren. Por ello, el diseño del nuevo proceso “participativo” está abocado a reforzar un sistema educativo clasista al cual no ha sido invitada la comunidad educativa sino aquellas personas que el gobierno ha considerado expertas. No será, por tanto, un acuerdo real entre agentes educativos.

Cuando hablamos de anacronismo nos referimos a que, para renovar nuestro sistema educativo, se debe revisar también la estructura de un sistema educativo con raices “preconstitucionales”. No podemos avanzar sin cuestionar lo que tenemos. Durante la transición y en la década de 1980 se establecieron medidas legales para afianzar las estructuras con las que contaba la iglesia en la época del franquismo. Por el contrario, las Ikastolas hicieron un trabajo ímprobo para combatir el franquismo, labor que se extendió a la década siguiente. Eran años de resistencia. Ahora corren otros tiempos, y la escuela cristiana y el resto de la red privada van de la mano en la defensa de sus intereses particulares, y no precisamente hacia un proceso de soberanía basado en los derechos sociales. Por tanto, debemos superar esos anacronismos para comenzar a construir un nuevo sistema educativo no segregador basado en la igualdad de oportunidades. En dicho proceso, la escuela pública vasca también debe forjar su propio camino: equidad, compensación de las desigualdades de origen, laicidad, diversidad lingüística, nuevas tecnologías, pedagogía feminista, evaluación, fortalecimiento de la participación de la comunidad educativa…

Vayamos a los contenidos. A las líneas rojas. Porque sí, STEILAS tiene líneas rojas, y las reivindicaremos y las defenderemos con coherencia, sin ningún complejo y hasta sus últimas consecuencias: igualdad de oportunidades para todo el alumnado, laicidad, euskera, coeducación y soberanía educativa. Resulta curioso, pero todos los gobiernos han infringido en mayor o menor medida esos principios básicos protegidos por la ley.

En esta andadura nos encontraremos frente a las patronales de la red privada, porque para ellas también son líneas rojas las reivindicadas por nosotras, a pesar de no reconocerlo públicamente. Por tanto, se nos plantean varias preguntas: ¿por qué tener un mismo reglamento y una misma organización para la escuela pública y la privada? No vemos ninguna razón para regular de la misma manera a escuelas con un carácter jurídico y función social diferente, antagónico en muchos casos. ¿Podríamos imaginar esta misma situación aplicada a la sanidad? Sería kafkiano. Entonces, ¿por qué en educación? La razón está en la LOE, LOMCE y Heziberri, porque, al parecer, todos somos servicios públicos, al mismo nivel, tanto si somos públicos como privados. ¿Por qué debemos acordar las reglas de juego de la escuela pública con aquellos que defienden el interés propio por encima del bien común? Las escuelas privadas concertadas, aunque las paguemos entre todas y todos, no son de todas y todos, y no son para todas y todos.

La educación, ese ámbito que se quiere disfrazar de tecnocracia, está inmersa en una guerra ideológica de raíces profundas. Modelo público vs. privado. Soberanía educativa y emancipación vs. neoliberalismo. Escuelas democráticas que garantizan el derecho a decidir de toda la comunidad vs. modelos gerenciales. Escuelas que reflejan la diversidad del entorno en el que se sitúan vs. proyectos exclusivos y excluyentes. Si el acuerdo de educación no es más que una estrategia para reforzar las segundas opciones, diluir la identidad de la escuela pública y dar el salto a los “servicios educativos”, que no cuenten con STEILAS.

Para finalizar, cabe recordar que el acuerdo para un nuevo sistema educativo no será posible mientras no se resuelva en conflicto de la red pública, mientras no se reviertan todos los recortes. Es evidente que este conflicto aborda, en gran medida, todo lo descrito en este artículo.