ARMIARMA Talde Feminista Antimilitarista

Hoy, 24 de mayo, con motivo del día internacional de las mujeres por la paz y el desarme, salieron a la calle para decir “¡NO A LA GUERRA!”.

Y para traer a la memoria a todas las víctimas, pero también las luchas y logros que histórica y actualmente desarrollan las mujeres, tanto en contra de la guerra como de toda la maquinaria que la sostiene.

Mujeres, que fieles a la declaración fundacional de la IRG (Internacional de Resistentes a la Guerra) decimos alto y claro que: “La guerra es un crimen contra la humanidad. Por ello me comprometo a no apoyar ningún tipo de guerra, y a luchar por la eliminación de todas sus causas.” 100 años después de estas palabras, seguimos optando por construir una sociedad donde la guerra no mate, y la paz no oprima.

La Guerra mata y viola. La Guerra destroza hogares, rompe comunidades y desplaza a personas forzándolas al desarraigo. La Guerra destruye el territorio y a los pueblos que lo habitan. La Guerra es el escenario en que las violencias machistas se maximizan, es expresión y perpetuación del patriarcado. Por estas razones las feministas estamos en contra de la Guerra, en cualquier territorio, bajo cualquier causa o pretexto. Nunca en nuestro nombre.

En el mundo hay decenas de conflictos armados, muchos de ellos olvidados. La lejanía a los intereses económicos o informativos consigue que graves conflictos queden en una zona de sombra comunicativa. Ucrania, Yemen, Somalia, Afganistán, la región del lago Chad, Sudán, El Sahel, Etiopía, la República Centroafricana, Mali, Mozambique, Irak, Siria, Myanmar Camerún… siguen sufriendo la guerra, la violencia y sus consecuencias.

Tal día como hoy, queremos especialmente mostrar nuestra solidaridad con las mujeres que, en esos contextos y en otros, hoy y ayer, le han plantado cara a la guerra, trabajando desde la Noviolencia y construyendo Paz, reclamando su espacio para participar e incidir en la prevención de los conflictos y las negociaciones de paz.

Mujeres de Negro, las Feministas en Rusia y en otros lugares, el pacifismo antinuclear de la década de 1980, l Bat Shalom en Israel-Palestina y el grupo Manos que Cruzan la Línea en Chipre, las Madres y las Abuelas argentinas de la Plaza de Mayo, la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala o el Comité de Madres Desaparecidas en El Salvador, las mujeres que han hecho valer su voz en las negociaciones de paz en Sudáfrica, Irlanda del Norte o Guatemala, las Madres por la Paz en Kurdistán, que trabajan con madres turcas en la resolución del conflicto, o la Ruta Pacífica de las Mujeres de Colombia, que agrupa a 315 organizaciones y cuyo lema es: «No parimos hijos e hijas para la guerra».

Reinvindicamos pues la paz, no solo como la ausencia de guerra, sino como la eliminación de todas las estructuras que sostienen desigualdades y violencias.

De ahí que no aceptemos que desde nuestros territorios también se construya la guerra. Una guerra que comienza en las industrias armamentísticas de nuestros territorios y en la inversión pública destinada a gastos militares..

Sabemos que sólo nos salvamos juntas, tejiendo redes de apoyo, cuidándonos, y construyendo colectivamente.

Ya es hora de acabar con las armas y la industria militar, y poner la vida en el centro de la política y del sistema.