Este 25 de noviembre en el Día Internacional Contra la Violencia Machista, la Secretaría Feminista del sindicato STEILAS ha publicado un cartel, que han recibido todos los centros escolares de Hego Euskal Herria, bajo el lema “Gure gorputza gudu zelai bat da”. Este año 2024 queremos denunciar la violencia que sufren las mujeres y las y los menores en los conflictos armados.
En el contexto de la guerra los roles de género se acentúan en función de la violencia, ya que generalmente los conflictos armados implican una asimetría jerárquica de los roles en la que los privilegios masculinos se fortalecen a partir de la negación de todo aquello que representa lo femenino.
Este año, la situación de Palestina nos está produciendo mucho dolor, porque para nosotras es un genocidio planificado por la destrucción de las viviendas, hospitales, escuelas, universidades, sin acceso al agua, a la alimentación, desplazamientos forzados y el terror de las bombas. La comunidad educativa continúa alzando la voz en solidaridad, organizando distintas actividades y movilizaciones exigiendo el cese al fuego.
En las guerras, las mujeres han sido y son parte de los conflictos a lo largo de la historia, ya sea como enfermeras, cuidadoras, madres, hijas o combatientes activas. Normalmente las mujeres y las niñas en tiempos de guerra forman parte de la población civil, aunque al igual que criaturas y hombres, pueden ser víctimas de tortura, ataques indiscriminados, asesinatos, amenazas, secuestros, desapariciones forzadas, detenciones, encarcelamiento, violencia sexual, desplazamiento o reclutamiento forzado. Ellas además, deben de ocuparse del sustento de la vida y el cuidado de las criaturas, personas mayores y enfermas…; en tiempos de conflicto, dichas tareas se vuelven muy difíciles y a menudo arriesgadas (destrucción de su vivienda, terrenos de cultivo, cese de aprovisionamiento de víveres, dependencia de las ONG, aumento de precios etc.).
Lamentablemente el aumento de muerte de civiles ocurre cuando se cuenta con un armamento de alta tecnología y precisión para distinguir entre objetivos militares y civiles, entre territorio militar y territorio civil “protegido” como escuelas, universidades…está claro que junto con el armamento lo que ha cambiado han sido también los objetivos. En la Primera Guerra Mundial las bajas de civiles alcanzaron el 5%, en la Segunda Guerra Mundial alcanzó el 66% y en la actualidad alcanza el 90%. Así estamos asistiendo al genocidio donde las víctimas, en el sentido más amplio: asesinadas, desaparecidas, desplazadas, desatendidas…son mayoritariamente mujeres y menores.
Como comunidad educativa es también muy preocupante el aumento de los valores del militarismo en la industria de los videojuegos, videoclips… donde se realzan valores de destrucción, invasión… pero también el machismo y el racismo.
Los medios de comunicación hegemónicas también colaboran, cuando ponen en valor la guerra y la acción, presentándonos el conflicto como si fuera un videojuego de robocops, en contra de los valores de la sensatez y la negociación.
El Patriarcado es el mayor campo de batalla en el que las mujeres sufrimos diferentes tipos de violencias, aunque no nos encontremos viviendo un conflicto armado, y así lo recogimos en el lema “Ni guerra que nos destruya ni paz que nos oprima”, esta no es nuestra paz. La participación de las mujeres en los espacios donde se decide el conflicto teniendo en cuenta las razones geopolíticas y económicas, nuevamente es muy escasa o nula.
Sólo ganan los señores de la guerra: hombres blancos ricos del Norte y del Sur Global, financieros, dirigentes políticos, corporaciones energéticas, armamentísticas y de seguridad. En las instituciones multilaterales (ONU, OTAN, UE) se van normalizando los discursos que promueven una opinión pública y política propicia a la guerra. Estos promueven y consienten que miles de toneladas de armamento estén siendo fabricadas y enviadas desde nuestros puertos para alimentar conflictos, así lo recoge el lema “La guerra empieza aquí”.
Gayatri Spivak afirma que la violación sexual es perpetrada por el grupo de los vencedores como “una celebración metonímica de la adquisición territorial”. Rita Segato continúa con esta idea de la expresión territorial: apropiarse del cuerpo de las mujeres para usarlo y abusar de él, es una expresión clara del poder de dominación que el agresor busca ejercer sobre el cuerpo de las mujeres. La mayoría de las víctimas sufren en silencio debido a las dificultades para poder denunciar, esto supone un doble castigo patriarcal que pesa sobre las víctimas de crímenes sexuales.
Las mujeres víctimas de una guerra tienen que dejar de ser presentadas sólo como víctimas, porque son supervivientes; son mujeres activas incluso después de haber sufrido violencia específica, tienen que tener voz para expresar su experiencia y compartirla.
En las guerras se violan todos y cada uno de los derechos humanos, empezando por el primer y principal derecho que es la vida. En este tiempo que vivimos no podemos estar ajenas a guerras que les tocan vivir a personas que, igual que nosotr@s, tienen derecho a tener condiciones materiales de igualdad, libertad y felicidad.
Rechazamos las decisiones que pasan por sumar más armas al conflicto y aumentar presupuestos de guerra. Rechazamos los relatos securitarios que refuerzan lógicas autoritarias y de militarización. ¡No en nuestro nombre! Somos muchas las que decimos no a la guerra, al imperialismo, al patriarcado, al autoritarismo y al militarismo. El cuerpo de las mujeres, nuestros cuerpos, no son un campo de batalla ni un territorio de conquista.
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