Durante los últimos dos años la crisis sanitaria ha condicionado absolutamente nuestras vidas, tanto en el plano personal como en el laboral. En materia de salud laboral el foco absoluto ha sido la emergencia de la COVID, pero ello ha hecho que otras cuestiones fundamentales hayan quedado ocultas.

En primer lugar no podemos olvidar que a lo largo de estos dos años de pandemia hemos denunciando constantemente la escasez de medidas de prevención efectivas contra la COVID19 en múltiples sectores y en particular en el ámbito socio-sanitario. Administraciones públicas y empresas nos han demostrado que su prioridad no era proteger la vida y la salud de personal socio sanitario y personas usuarias.

En el sector educativo también ha padecido sobrecarga de trabajo y responsabilidades que no competían a nuestras obligaciones. Todo ello también ha generado situaciones de estrés importante ya que gracias a la implicación de la comunidad educativa se ha dado respuesta a la problemática que han ido surgiendo por la dejadez de la administración.

Las oleadas pandémicas que hemos sufrido han dejado en segundo plano la seguridad y salud de las personas trabajadoras. El diagnóstico en la materia es muy claro, en 2020 78 trabajadoras fallecieron por accidente laboral en Euskal Herria (más de 900 desde 2008). Igual de claras son las causas de estas muertes: precariedad, falta de las más elementales medidas de prevención y anteponer siempre el beneficio a la salud y la seguridad.

Las enfermedades profesionales continúan siendo una realidad oculta debido a la absoluta desidia con la que esta problemática es abordada por Servicios de Prevención, Mutuas y la propia administración (Osalan, INSL,….). Qué más decir al respecto, si ni siquiera el reconocimiento dela COVID como enfermedad profesional en el ámbito socio-sanitario está siendo algo pacífico. Sólo las enfermedades derivadas de la exposición al amianto mataron a 17 personas en 2021, no es más que la punta del iceberg.

Los riesgos psicosociales siguen quedando absolutamente ocultos para las mutuas y servicios de prevención. Ritmos de trabajo excesivos, culturas empresariales tóxicas, mandos agresivos, sobrecargas de tareas y funciones,… Estos riesgos son padecidos en mayor medida por las mujeres, ya que sufren más que los hombres ‘doble presencia’, la preocupación constante por las tareas de cuidados que acumulan en sus dobles jornadas.

Se sigue sin medir, ni estudiar ni poner remedio a las enfermedades psicológicas y psiquiátricas derivadas de los riesgos psicosociales. Estrés, ansiedad, depresión y en último término suicidio siguen siendo ocultados por mutuas y servicios de prevención haciendo que sean tratados como enfermedades no laborales, tapando así la responsabilidad de las empresas.

Además de afrontar durante algo más de dos años, un apandemia que ha condicionado nuestras vidas tanto en el plano personal, como social pero también y en gran medida en el laboral, queremos decir que también no solo hemos padecido si no que para nuestra desgracia han aumentado los accidentes y enfermedades laborales.

Ante esta falta absoluta de preocupación por la seguridad y la salud de las personas trabajadoras, ESK y STEILAS tenemos claras cuales debieran ser las medidas de choque a implantar de manera automática:

• Publificar Mutuas y Servicios de Prevención. Sólo de esta manera podremos garantizar que la prioridad de estos organismos sea la protección de la vida y la salud.
• Dotar de mayores recursos y facultades Osalan e ISLN. Las disposiciones e informes de estos organismos debieran ser de obligado cumplimiento y no meras recomendaciones.
• Incrementar significativante los recursos actuales de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social para que realmente puedan controlar el cumplimiento de las medidas preventivas en los centros de trabajo.

Nuestras vidas valen más que sus beneficios!