Es curioso observar como con el paso de los años observamos desde la distancia, y a menudo con desdén, las formas en las que se socializan las y los jóvenes. Especialmente a quienes trabajamos en enseñanza, nos impacta ver el protagonismo que la imagen ha tomado sobre el contenido, e insistimos obstinadamente en que nuestro alumnado intente ahondar en el material para trascender la vacuidad de la imagen. Pero lo que a menudo no comprendemos es que ellas y ellos tan sólo reproducen lo que observan, con las herramientas de las que hoy día disponen. Ese vacío del que tendemos a culpar a la juventud lo encontrábamos, sin ir más lejos, al leer el borrador de ante proyecto de ley presentado por el departamento de educación. Una imagen que apenas dice nada para decirlo todo.

Efectivamente nos encontramos ante un texto que no concreta nada, un texto que bien podría ser un tratado sobre los sistemas educativos neoliberales. Un magnífico ejercicio de procrastinación: todo lo deja para luego, para dentro de dos años o de doce. Los procedimientos y criterios de admisión del alumnado o la zonificación de las áreas de influencia, se aplazan a un sinfín de decretos y normas posteriores en manos, por supuesto, del ejecutivo, no del parlamento. Reglamentos que como establece la ley en su última disposición podrán realizarse “con carácter de urgencia”, es decir, evitando la mayoría de procedimientos de garantía.

Lo único que deja medianamente claro es la equiparación entre centros de titularidad privada y pública. Es decir, el texto establece una hoja de ruta, una que busca perpetuar el sistema dual bajo el concepto SERVICIO EDUCATIVO VASCO, al que ahora además apellida PÚBLICO. ¿Qué no quiere usted publificarse? No se preocupe, que yo le redefino lo público.

Es un brillante ejemplo de demagogia y populismo socioeducativo: un discurso grandilocuente y vacío, con grandes palabras sobre inclusividad, igualdad de oportunidades, modernización, cohesión social, derechos educativos, democracia participativa, equidad y justicia universal tan altisonantes como huecas, que no se materializan en ninguna medida efectiva. Una promesa al viento.

Al igual que se lanza a los cuatro vientos que se conseguirá la gratuidad y la laicidad, aunque no por gritarlo más alto se conseguirá cumplir aquello que aun estando legislado hace 40 años, parece imposible mientras la titularidad de los centros siga siendo privada. De igual modo nos quieren hacer creer que se puede conseguir la laicidad de un centro cuya razón de ser es la de evangelizar. En este caso no sólo podrán esos centros amparase en su titularidad, sino también en el respeto al carácter propio de los centros concertados que menciona el borrador.

Reforzar el uso del euskera es de vital importancia a la luz de todos los diagnósticos, a al igual que priorizar la función euskaldunizadora de la educación, función en la que la escuela publica vasca ha destacado en los últimos 30 años. Es por eso que el lugar que ocupa el euskera no puede depender de la realidad sociolingüística o del proyecto educativo de cada centro, más aún cuando su titularidad no es pública. El euskera no puede ser opcional y es imprescindible tomar medidas e implementar recursos para euskaldunizar al alumnado así como a la plantilla en su totalidad.

En resumidas cuentas, este ante proyecto tiene mucho menos contenido real que la Ley de la Escuela Pública Vasca (1993) que pretende sustituir, y apenas da un paso hacía lo único que podría solucionar el problema de nuestro sistema educativo, la publificación progresiva.

La disposición adicional tercera sobre la “integración de centros en la red pública” relega la publificación a las “necesidades de planificación” que determina en exclusiva el propio departamento. Pero no nos hagamos trampas al solitario, si tuviéramos que regirnos por necesidades de planificación tampoco tendría sentido concertar ningún centro. La publificación se debiera hacer no ya sólo de acuerdo a la necesidad, sino en aras del bien común, la justicia y la cohesión social que el preámbulo declara.

Y es que nosotras nunca nos conformaremos con la premisa de que nuestra sociedad no está preparada para asumir un publificación progresiva, ya que lo mismo hemos solido oir respecto de la inclusión, el feminismo, el ecologismo… Porque las leyes aunque incomoden a quienes tal vez estén demasiado cómodos, deben hacerse para todas y todos, y esta ley, debiera haberse hecho para que la educación cumpla con su función primordial de cohesionadora social.

Pero de momento lo único que tenemos es una careta, una imagen para las redes sociales, una representación de consenso en la que muchas y muchos no hemos participado, un acuerdo para no cambiar nada. Una ley que abandona a la Escuela Publica Vasca mientras alardea de haber logrado lo imposible.